KAST: ¡ROGER OUT!

Santiago de Chile, 11 de noviembre de 2025.    


El candidato que conquistó a la mayoría
y hoy está convenciendo a los otros.

Sobre Kast, la Constitución y la memoria corta de algunos.


No se trata de buscar culpables ni de discutir quién tiene la razón, sino de recordar los hechos tal como fueron.

Todo comenzó tras el estallido social y delictual de octubre de 2019, cuando la violencia en las calles, los ataques a cuarteles policiales, estaciones del Metro y edificios públicos marcaron el punto más crítico desde el retorno a la democracia. En lugar de restablecer el orden, gran parte de la clase política y del Congreso se arrodilló ante la presión de la calle y buscó refugio en un acuerdo desesperado.

Así, la madrugada del 15 de noviembre de 2019, en la sede del Congreso Nacional en Santiago, nació el llamado “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”, un pacto improvisado y oportunista que entregó la estabilidad del país a los mismos grupos que lo habían incendiado. Aquella noche, los principales partidos —de derecha, centro e izquierda— firmaron un documento que pretendía “pacificar” al país, pero en la práctica legitimó la violencia como método político.

Conviene recordar que, en aquel momento, Gabriel Boric decidió firmar el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución sin la autorización de su partido, Convergencia Social. Lo hizo a título personal y de forma sorpresiva, cuando el documento ya había sido suscrito por diez representantes que firmaban en nombre de sus colectividades. Su rúbrica, incorporada al final y sin representar a nadie, fue un gesto calculado: Boric buscaba proyectarse como un político “responsable”, capaz de actuar por encima de su partido, en un momento en que ya comenzaba a perfilarse como futuro candidato presidencial.

En ese momento, el Partido Republicano recién se había constituido legalmente y, pese a su exclusión de las negociaciones, manifestó desde el primer día su rechazo al acuerdo, advirtiendo que abriría la puerta a una crisis institucional aún mayor. El tiempo le dio la razón.

Aquel gesto, presentado como un triunfo democrático, fue en realidad el inicio del nefasto y trucho proceso constituyente que dividió a Chile, destruyó confianzas y dejó en evidencia la cobardía y mediocridad de gran parte de la dirigencia política.

José Antonio Kast y el Partido Republicano nunca quisieron cambiar la Constitución por ideología, sino defender sus principios dentro de un proceso que ya estaba impuesto. Cuando obtuvieron mayoría en la Convención y redactaron un texto coherente con la Constitución de 1980 — moderno, sobrio y libre de sesgos progresistas — llamaron a votar A Favor porque esa propuesta era fruto de su propio trabajo.

En cambio, la derecha tradicional y la izquierda llamaron a votar En Contra, porque ese texto no servía a sus intereses ni a sus cuotas de poder. Ese detalle muchos lo olvidan, pero es clave para entender el escenario actual.

Más adelante, cuando Kast pasó a segunda vuelta en 2021, viajó a Estados Unidos para reunirse con académicos y líderes afines, preparándose para gobernar y fortaleciendo redes. Mientras tanto, gran parte de la derecha guardó silencio. Sichel, derrotado en primera vuelta, prefirió poner condiciones antes que apoyar. Muchos recuerdan el viaje, pero pocos recuerdan la falta de respaldo político en ese momento decisivo.

En noviembre de 2021, Kast ganó ampliamente en la primera vuelta, y en diciembre, la derecha lo dejó solo, permitiendo que Boric triunfara gracias a la abstención y a la pasividad de muchos que decían compartir sus ideas.

Por supuesto, la culpa no fue de estos últimos, porque el chileno mediocre siempre encuentra a quién echarle la culpa para no asumir su propio error.

Pero esta vez, con voto obligatorio y un país más consciente, el escenario es distinto: Kast lidera las encuestas tanto en primera como en segunda vuelta, y está convenciendo a quienes antes lo miraban con recelo.

Ya no es el candidato que divide, sino el que representa la coherencia, el orden y el sentido común que una mayoría silenciosa empieza a valorar.

Ahora sabremos cuán dividido está Chile… y hacia qué lado realmente se inclina el país. 

Y dependiendo de ese resultado, porque entonces sabremos si Chile está más inclinado hacia la izquierda o hacia la derecha, será donde el próximo gobierno deberá poner sus acentos: en buscar, con realismo y sin ingenuidad, el máximo grado de unidad nacional posible. Una unidad que nunca será completa, pero que sí puede ser suficiente para volver a poner al país de pie.


Christian Slater.    
Blog “Patriota Slater”    

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