LA MONEDA, LA CASA REPUBLICANA.

La Moneda, la casa del Presidente y el sentido republicano del poder.

"En tiempos de desgaste institucional, este gesto lo instala no como un gobernante distante, sino como un verdadero símbolo republicano, sobrio, presente y consciente de la dignidad del Estado que le corresponde conducir".

La decisión del presidente electo José Antonio Kast de manifestar su intención de vivir en el Palacio de La Moneda no es una anécdota ni un gesto efectista. Es una señal política clara, coherente con lo que ha anunciado desde el inicio: austeridad, dedicación absoluta al cargo y respeto por las instituciones del Estado. En tiempos de estrechez fiscal y de profundo descrédito de la política, optar por no arrendar residencias especiales ni generar gastos adicionales es una forma concreta de alinear discurso y acción.

Conviene recordar que La Moneda sí fue residencia presidencial durante buena parte de la historia republicana de Chile. Presidentes como Arturo Alessandri Palma, Pedro Aguirre Cerda y Gabriel González Videla vivieron allí. Sin embargo, el último presidente que habitó el Palacio de La Moneda como residencia fue Carlos Ibáñez del Campo, durante su segundo mandato, entre 1952 y 1958. Tras él, al asumir en 1958, Jorge Alessandri Rodríguez fue el primer presidente que decidió no vivir en La Moneda, transformando el Palacio exclusivamente en sede administrativa y dando inicio a una costumbre que se prolongó por más de seis décadas.

El antecedente de Carlos Ibáñez del Campo no es menor y resulta especialmente ilustrativo. Ibáñez llegó al poder en un contexto de desgaste del sistema político, luego de un largo ciclo radical encabezado por Gabriel González Videla, cuyo gobierno estuvo marcado por inflación, déficit fiscal, fragmentación política y una creciente sensación de desorden y pérdida de autoridad. La ciudadanía buscaba conducción, sobriedad y decisiones claras, más que relatos ideológicos.

Ibáñez no era un hombre de partido. Provenía del Ejército de Chile, donde alcanzó el grado de General de División, y siempre se definió como un gobernante independiente, antipartidos y pragmático, convencido de que sin autoridad el Estado se debilita. En muchas fotografías aparece vestido de militar por esa razón. En otras, se le ve con uniforme de Carabineros, lo que tiene una explicación precisa: en 1927 fue el principal impulsor de la creación de Carabineros de Chile y fue nombrado Director General de la institución, cargo que ejerció formalmente. En esa época, el uniforme no era una puesta en escena, sino la expresión directa de la función que se desempeñaba. Para Ibáñez, la autoridad se ejercía desde la institución, no desde el gesto.

Su decisión de vivir en La Moneda respondía a esa misma lógica. No era un privilegio ni una comodidad, sino la consecuencia natural de entender la presidencia como un servicio permanente al Estado, con presencia, sobriedad y responsabilidad directa. La Moneda no era una casa familiar, sino el lugar donde se gobernaba y, cuando era necesario, también se descansaba.

En ese marco histórico adquiere pleno sentido la decisión de José Antonio Kast. No se trata de nostalgia ni de una puesta en escena, sino de una decisión prudente, adecuada y consistente, coherente con lo que ha anunciado para su gobierno. Al optar por vivir en La Moneda, utilizar una habitación austera ya existente, reducir traslados, simplificar la seguridad y evitar gastos innecesarios, Kast retoma una práctica histórica con criterio moderno, alineando forma y fondo. Es una señal clara de compromiso absoluto con el cargo, de respeto por la República y de comprensión profunda de que los símbolos importan. En tiempos de desgaste institucional, este gesto lo instala no como un gobernante distante, sino como un verdadero símbolo republicano, sobrio, presente y consciente de la dignidad del Estado que le corresponde conducir.

Para muchos terminó una pesadilla y comienza el esfuerzo por el "deber ser".




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