UNA OBRA DE ARTE.

La izquierda a camarines



La candidata comunista y gobiernista perdió en hombres y mujeres, en viejos y jóvenes, en ricos y pobres, en Santiago y en regiones. Perdió inapelablemente. En lenguaje futbolístico, esto fue una goleada. Previsible sí, pero no por eso menos contundente ni menos sabrosa. En fútbol, cuando a un equipo lo golean, se dice que tiene que volver a camarines a repensar lo que está haciendo para que no termine descendiendo.

La trifecta de una Constitución rechazada, un gobierno fracasado y una comunista derrotada pone fin en Chile al segundo estertor de la izquierda marxista que tanto daño le ha hecho a nuestro país y al continente y que lamentablemente se niega a aprender.

El primer fracaso concluyó con la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS tras la autodisolución del Partido Comunista que mantenía unido a un imperio. Desde el fracaso de su proyecto de democracia distinta (que se parecía mucho a una tiranía) y de una economía estatal alternativa al capitalismo (que terminó en miseria, abuso e ineficiencia), la izquierda se fue a camarines y volvió con la lucha por las víctimas. Encontró a las mujeres, a los trans, a los indígenas, a los negros, a los inmigrantes, a la ecología, etcétera. Y si usted no se creía víctima, eso se debía a años de opresión que le impedían verlo.

Pero todo tiene un límite: el feminismo terminó con Monsalves, Blacks Lives Matters derivó en un robo de donaciones, los trans terminaron con hombres que miden 1,90 y calzan 46 compitiendo con mujeres en natación, y con violadores declarándose mujeres para que las transfirieran a una cárcel de mujeres (Escocia); los indígenas votando por la derecha, los inmigrantes copando los servicios sociales, el cambio climático con Bill Gates cambiando de opinión, las profecías de Al Gore incumplidas y Greta Thunberg ahora dedicada al antisemitismo.

La izquierda se quedó sin discurso y, de tanto amenazar con el fin del mundo, a la gente ya no le importa y prefiere la energía barata que los molinos de viento.

La otra alternativa de la izquierda latinoamericana fue el socialismo del siglo XXI que terminó igual que el socialismo del siglo XX: en dictadura, corrupción, hambruna, exilio y pobreza en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Y hasta lograron empobrecer a Argentina.

Por eso, después de esta paliza, la izquierda debe repensar su proyecto político. Porque las dos primeras versiones han sido un fracaso, construidas sobre ideas malas, premisas falsas, diagnósticos errados y soluciones inadecuadas. En alguna parte se extravió cuando perdió a las personas de trabajo, prefiriendo al ecologista universitario sobre el carbonero de Magallanes, al vegetariano de Ñuñoa sobre el carnicero de Lo Valledor, al intelectual de Bellavista sobre el minero del cobre, la bandera mapuche sobre la chilena y a las feminazis de Las Tesis sobre la madre trabajadora.

La izquierda debe reconocer que Foucault es más pedófilo que filósofo, que la Mazzucato es una estatista sin sentido de realidad, que Piketty es más político que economista, y que sus ídolos —Chávez, Fidel, Ortega, los K y Maduro— son unos demagogos de cuarta, antidemocráticos, violentos y creadores de pobreza. (El Mercurio)

Gerardo Varela.

Publicada en El Mercurio. C6 del 15 de diciembre de 2025.

NOTAS: 

1. Michel Foucault, fue un influyente filósofo francés del siglo XX, convertido hoy en uno de los principales referentes teóricos de la izquierda cultural y académica. Su obra es ampliamente citada porque ofrece una crítica radical a la autoridad, a las normas sociales, al Estado, al derecho penal y a toda forma de poder institucional, sosteniendo que estos no protegen a la sociedad sino que la disciplinan y controlan. Desde esta perspectiva, Foucault se transformó en una figura central para corrientes que desconfían de la ley, relativizan los límites morales objetivos y cuestionan sistemáticamente cualquier forma de autoridad en nombre de la “liberación.

Visto desde los estándares éticos y jurídicos actuales, resulta ineludible señalar que Michel Foucault apoyó públicamente la despenalización de las relaciones sexuales entre adultos y menores. En entrevistas, debates y peticiones de los años setenta, sostuvo que el consentimiento no debía depender de la edad y que el Estado no tenía legitimidad para intervenir penalmente en este tipo de vínculos, relativizando así la incapacidad del menor y debilitando su protección legal. Aunque no utilizara la terminología vigente ni formulara una defensa explícita en los términos actuales, el efecto práctico de su posición fue claro: cuestionar y erosionar las barreras jurídicas destinadas a resguardar a los menores frente a relaciones sexuales con adultos, algo que hoy es considerado ética y jurídicamente inaceptable.

2. Mariana Mazzucato, es una economista italo-estadounidense, profesora en la University College London, convertida en una de las principales referentes intelectuales de la izquierda contemporánea en materia económica. Es admirada porque sostiene que el Estado no debe limitarse a regular el mercado, sino actuar como un “Estado emprendedor”, liderando la inversión, definiendo misiones estratégicas y orientando el desarrollo económico, especialmente en áreas como innovación, medio ambiente y tecnología. Esta visión resulta muy atractiva para la izquierda porque justifica una mayor intervención estatal y una planificación económica más activa. Sin embargo, sus planteamientos reciben fuertes críticas por subestimar el rol del mercado, ignorar los riesgos de ineficiencia, captura política y clientelismo, y por asumir que el Estado puede asignar recursos mejor que la competencia privada, algo que la experiencia histórica demuestra altamente problemático. No es casual que sus ideas sean citadas con entusiasmo en Chile por sectores que impulsan un Estado cada vez más grande y discrecional, pese a que el país ya ha dado sobradas muestras de cómo esa lógica termina en mala gestión, corrupción y frustración ciudadana.

3. Thomas Piketty, es un economista francés, profesor en la Paris School of Economics, convertido en uno de los principales referentes intelectuales de la izquierda contemporánea en materia de desigualdad y redistribución. Su influencia se basa en la tesis de que el capitalismo tiende inevitablemente a concentrar la riqueza y que solo un Estado con fuerte poder redistributivo —mediante altos impuestos al patrimonio, a las herencias y a los ingresos— puede corregir ese fenómeno. Estas ideas han sido ampliamente celebradas por la izquierda chilena y utilizadas para justificar reformas tributarias agresivas, expansión del gasto público y una creciente presión fiscal sobre la inversión y el emprendimiento. El problema es que, aplicadas en un país con bajo crecimiento, débil productividad y un Estado ineficiente como Chile, estas recetas han contribuido a frenar la inversión, aumentar la incertidumbre económica y profundizar el estancamiento, confirmando una de las principales críticas a Piketty: que sus soluciones fiscales, más que corregir desigualdades, terminan erosionando la base que genera riqueza y empleo.

Puedo no estar de acuerdo con Gerardo Varela en muchas cosas y es evidente que se expresa mejor escribiendo que hablando en público, pero eso no le quita mérito a lo que hoy plantea. Por el contrario, el texto que aquí rescato es una verdadera obra de arte intelectual, clara, certera y profundamente esclarecedora, que pone nombre y contenido a ideas que durante años se repitieron en Chile sin mayor comprensión crítica. Más allá de simpatías o diferencias personales, cuando un autor logra desvelar con precisión un engaño ideológico y hacerlo comprensible para el lector común, corresponde reconocerlo y difundirlo.

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